Uña Vida
No mi amigo, sentarse a comer un buen plato de comida es mucho más que eso.
Es uno de los placeres humanos, deseos materializados en efímeras esencias y matizados con verdes y carnes muertas minuciosamente condimentadas.
Masturbatorio y paradójico deleite, con años de tradición conservada e innovada.
Cuando mi deseo crece, lo opaco comiendo mi dedo. Trato de diferenciar el salado de mi piel superior -más recatado pero de color más intenso- del salado de la inferior y lo condimento con trozos de la ya destrozada pero sabrosa cutícula que circunvala la uña. La uña merece punto aparte.
La uña es la mala hierba que no muere.
Es como cilantro negro, seco y marchito, que es buscado por las viejas de campo para sanar guaguas ojeadas, abuenar auras y limpiar casas de espíritus carroñeros que desconocen la urbe. La uña es de religión oriental y nos acompaña incluso después de la muerte. Además sigue nuestro proceso terrenal, personificando desde el débil y blando lactante hasta el áspero y corroído viejo que ha visto a la vida burlarse sin tapujos en su cara. Símbolo del paso del tiempo.
El límite blanco que determina si la uña pasa a ser considerada dentro de la categoría larga o más bien recatada, es más certero que un viejo minutero a cuerda. Es la espera; la línea entre lo pasado y lo que pasa, determinando lo que pasará. Su consistencia es dura como la realidad e insabora como vida de amargado.
Todas las anteriores son características particularmente atrayentes para los que sufren movimiento-corto-de-pie crónico, llanto miedoso de manos conjuntamente a parkinson horizontal en el cuello.
Y la vida de la uña no es fácil, para nada. Sé de dictaduras próximas que evalúan la reencarnación en forma de uña como una nuevo método de tortura. Uña de pie en lo posible, con alto porcentaje de potencial encarnación.
Las mujeres las cubren con pintura y el hombre que obligadamente camina descalzo por la playa, aprovecha la arena, sin importar su incandescencia, para cubrir sus pies e inherentemente también las uñas, asegurando la sanidad visual tanto del portador como de los infortunados que por el simple hecho ver dónde hundir los propios, divisa algún indicio ajeno de tan grotesca parte humana.
No tengo personalidad definida y, salvo por mi tamaño, me pueden confundir fácilmente con cualquiera otra de mis símiles, por lo que sólo soy una más de un tropel homogéneamente monótono.
Me dolió el ego, mucho más que de costumbre. En realidad siempre duele, hoy se trizó.
Es uno de los placeres humanos, deseos materializados en efímeras esencias y matizados con verdes y carnes muertas minuciosamente condimentadas.
Masturbatorio y paradójico deleite, con años de tradición conservada e innovada.
Cuando mi deseo crece, lo opaco comiendo mi dedo. Trato de diferenciar el salado de mi piel superior -más recatado pero de color más intenso- del salado de la inferior y lo condimento con trozos de la ya destrozada pero sabrosa cutícula que circunvala la uña. La uña merece punto aparte.
La uña es la mala hierba que no muere.

Es como cilantro negro, seco y marchito, que es buscado por las viejas de campo para sanar guaguas ojeadas, abuenar auras y limpiar casas de espíritus carroñeros que desconocen la urbe. La uña es de religión oriental y nos acompaña incluso después de la muerte. Además sigue nuestro proceso terrenal, personificando desde el débil y blando lactante hasta el áspero y corroído viejo que ha visto a la vida burlarse sin tapujos en su cara. Símbolo del paso del tiempo.
El límite blanco que determina si la uña pasa a ser considerada dentro de la categoría larga o más bien recatada, es más certero que un viejo minutero a cuerda. Es la espera; la línea entre lo pasado y lo que pasa, determinando lo que pasará. Su consistencia es dura como la realidad e insabora como vida de amargado.
Todas las anteriores son características particularmente atrayentes para los que sufren movimiento-corto-de-pie crónico, llanto miedoso de manos conjuntamente a parkinson horizontal en el cuello.
Y la vida de la uña no es fácil, para nada. Sé de dictaduras próximas que evalúan la reencarnación en forma de uña como una nuevo método de tortura. Uña de pie en lo posible, con alto porcentaje de potencial encarnación.
Las mujeres las cubren con pintura y el hombre que obligadamente camina descalzo por la playa, aprovecha la arena, sin importar su incandescencia, para cubrir sus pies e inherentemente también las uñas, asegurando la sanidad visual tanto del portador como de los infortunados que por el simple hecho ver dónde hundir los propios, divisa algún indicio ajeno de tan grotesca parte humana.
No tengo personalidad definida y, salvo por mi tamaño, me pueden confundir fácilmente con cualquiera otra de mis símiles, por lo que sólo soy una más de un tropel homogéneamente monótono.
Me dolió el ego, mucho más que de costumbre. En realidad siempre duele, hoy se trizó.
2 Comments:
El colmo debe ser reencarnarse en una uña. Imagínate, siempre esCOJIENDO si seguir hundiéndose o si rendirse y dejar de crecer.
Si he de elegir: No elijo ni una ni la otra, sino todo lo contrario.
Usted sabe, sí, usted...
Pfffff el weon pitiao.....pero no es malo. De hecho, sirve para valorarse y tener más conciencia de uno mismo, por ejemplo creyéndose uña.
Publicar un comentario
<< Home