14.5.06

El gusano más largo

Sólo y solo caminaba por las angostas calles. Calles húmedas de sudor, secas de humanidad. Una gran composición de animales muertos y cemento, secos por dentro y por fuera. No conocía a nadie y tampoco se esmeraba en conocerlos. Ya con lo pies enrojecidos y arrastrando su chaqueta de mezclilla, entró por un pasillo también angosto y se encontró de imprevisto y de frente a una barra. Es como la de esas películas, pensó. Viejos peludos y barbudos sentados... no. No sentados. Tirados en la barra con un vaso con dudoso contenido entre sus flacos y gastados dedos. Dio dos pasos y sintió su bofetada. Ese olor. ¿Perros dentro de una micro en día lluvioso? No. Demasiado. Olor a... madera húmeda quizás. A vida. Viejos peludos y barbudos que, además de estar muertos, exhalan vida. Es necesario solamente una mirada. Puñal de hielo sólido que penetra lentamente en tu córnea. Lentamente. Len-ta-men-te. Y es en ese instante preciso cuando no te puedes mover. Sientes a millones de parásitos en tu cuerpo. Gusanos en tu estómago, cucarachas en tus piernas y pulgas en tu cabeza. Cuando el puñal se ha derretido en tu ojo, quizás puedes caminar. Depende de los gusanos y de la cantidad de fotografías, olores, sentimientos, muertes, pérdidas, sabores, dolores, gustos, alegrías, gritos, vidas, vidas, vidas que te regaló en ese medio segundo. A él le costó dos minutos despabilar. Sin recoger la chaqueta de mezclilla, que se le cayó al piso por culpa del gusano más largo, retrocedió 5 pasos y no regresó más. Yo me demoraré dos vidas y medio, casi tres, en despabilar.