30.4.06

mIv dA

yQUÉ
tEhICIERON
mISoJOSqUElOSoBLIGASamIRARLOs,
sItUnIlOSaDVIERTES.
yyAsÉqUEeSdURANTEeLcUARTOrESBALÓN
dESDEeLiIRISatUlACRIMAL,
cUANDOmEaCUERDOqUÉeSmIvIDA.

mIv IIIdA

Mírame y escúpeme,
vomítame, sángrame,
mírame y pégame,
flagélame, cicatrízame,
mírame y compárteme,
quítame, dame,
condéname a mirarte.

mIv IIdA…

Levantarse,
comer algo no desayunar,
Clases, dormir, clases. ¿Respirar?
PestaÑear, pestaÑear, cuentas tus pestaÑas.
Verte. SoÑar, chocar, no te despides.
Chao. Caminar, casa, comer, dormir. Verte.
Levantarse, no comer, dormir, clases, verte.
Chocar.

21.4.06

La Prueba de la Blancura





The Strokes-Meet Me In The Bathroom

Es probable que sea infértil. Mi extrañeza testicular sería la causa, ayudado por mi gusto a fumar marihuana. No sé si ciertamente la produce o es solo otro mito para ayudar a la descalificación social. Aun es probable que el humo haya estancado la sequedad de la tierra seca y quebradiza que soy ahora. Por el verde lo digo.

Llegué al hospital, acompañado de un viejo bolso negro, casi tan infértil como su dueño. Dentro de él, un libro de Calvino que no terminaré de leer, algunos cds y la orden médica para el examen. Mi antagonista en potencia de música envasada, lo llevaba en el bolsillo de mi pantalón conectado directamente a mi cerebro.

Llegué sin saber dónde ir, con quién hablar ni qué hacer. En realidad, sabía perfectamente qué hacer, pero no dónde. De lo único que estaba seguro, es que no iba a hacer lo que tenía que hacer, a la vista y paciencia de todos por muy pacientes que fuesen.

Mis preguntas fueron algo engorrosas y a más de alguna respuesta le pedí un bis, mientras recordaba si había visto en mi vida alguna enfermera de largas piernas con ligas blancas, cabellera rubia, ojos azules, serpenteante cuerpo atrapado en un delantal algo, muy apretado. pero no es más que el prototipo americano.

Le pagué bastante a cual puta para que aceptara llevarse mi semen en un frasquito, con las indicaciones en inglés. Sentí a Sam riéndose de mi icónica vida.

‘Me llena acá, esto también y firma allá abajo’, creo que dijo porque en ese momento sonaba The Strokes fuertemente desde mis pantalones ya algo ansiosos de terminar con el jueguito.

Mientras subía las escaleras en dirección a la recepción donde me prestarían las llaves de algún cuarto en el cual me encerraría a follarme mi imaginación, pensaba en el tipo de incentivo que dispondría el recinto. Pero las llaves eran para un baño. Un blanco baño de hospital muy excitante.

‘No me puede ofrecer algún tipo de ayuda’ le dije a la enfermera en el mesón de las llaves -que distaba bastante del icono sexista que habría ayudado en ese momento- donde un ansioso padre en potencia llenaba la ficha de un frasquito igual al que estaba dentro de mi bolso negro.
-Si quieres, esperas un rato, mientras él ocupa el baño- dijo apuntando al otro infértil mientras lo veía alejarse por el pasillo.


‘Me la presta’ dije sin dejar de buscar algo más imaginativo que la revista que estaba pidiendo. Ya sentado en un pasillo donde sólo caminaban enfermeras, buscaba dentro de las fotos sociales de la edición mensual alguna imperante ayuda sin poder apartar mi mente de la pícara sonrisa de la algo anciana mujer al momento de alzarme la inservible revista.

En el momento que dudaba de la persistencia del otro, apareció lentamente desde el umbral de la puerta, mirándome cómplice de un acto altruista, como talismán de entrañas hambrientas de sexo y evangelizador hedonista y carnal de una religión a la cuál yo me uniría.
‘Las llaves’ pregunté; ‘la revista’ contestó.

Hecho ya el trueque, pude pensar muy tranquilamente en los pantalones de una enfermera, la única joven que usaba lentes, aquella que caminó lentamente por el gélido pasillo relleno de lactoso eco cuando torpemente yo la buscaba en la revista.

Le dolía ya la vista


Leo Quinteros - Nadie Lo Sabe Bien


Le dolía ya la vista…
y la puso en salmuera por la noche.
Vio todo lo que soñaba, incluso a ti.
Y cuando creyó que era mucho el remojo,

o cuando lo obligaron -no está muy seguro-
los sacó de sus lágrimas.
Todavía estabas.

Encuentros

Esa sensación los acompañó a ambos varias cuadras después de separarse. Como que las acciones se cruzaron con los pensamientos, los deseos estaban en prisión y agárrenlos. ¡Matías! ¿Cómo estás?, le dijo en medio de la gente que salía con el alma aún en el cuello de tanto griterío en común acuerdo causado por la música estridente del concierto, asesino de la rutina, del cual todos eran cómplices. Vine, le dijo. Cómo encontraste que estuvo, continuó su monólogo, a lo que él solamente atino a interrumpirla contestándole:
-Me acordé de ti con una canción.

Después de saludarla vaga y torpemente, ella empezó a hablar de lo mucho muy bueno que estuvo el recital, y que ella había venido, aunque había rechazado en la semana asistir juntos al concierto, solamente porque era mejor así para ambos. Pero cuando ella empezó a hablar de lo mucho muy bueno que estuvo el recital, Matías recordó que durante algunos segundos, gracias a un tema en particular, cuándo había sido la última vez que había estado con ella, cuándo la había escuchado y cuándo la había leído. Sin duda estaba más bella de lo que recordaba que era, pero igual de radiante como de costumbre. Y al ver que ella divagaba de lo mucho muy bueno, él solamente atinó a decir rápidamente, para no arrepentirse en el camino:
-Me acordé de ti con una canción.

Si bien ella quería, -en realidad no quería, pero de qué más hablar, cómo parecer natural sin demostrar lo que había que demostrar, fuese lo que fuese- no pudo hablar de lo bueno que estuvo el recital. Y si bien no estuvo mucho muy bueno, había que decirlo para poder hilar algún tipo de conversación, sin ir directamente a lo que había que decir, fuese lo que fuese. Y no pudo hablarlo porque él dijo:
-Me acordé de ti con una canción.

13.4.06

Semana Santa



Holden-Le Mont Valerien

Todos llegaron a sentarse junto a él. Tal como le habían prometido, este año habría nuevos invitados a la ceremonia. Se sentaron frente al cadáver y empezaron a degustarlo con rabia. La sangre parecía ser el motivo de la reunión, pues cada uno al devorar la carroña salpicaba al resto en un excitado carnaval carmesí. Los densos y turbios borbotones de licor aún caliente bañaban la mesa, nublando la visión de las personas que sonreían hedónicas y masturbatorias sosteniendo largos huesos entre sus garras, agitados pero apenas respirando.

11.4.06

Próximamente


Radiohead-Pulk-pull revolving doors

Es como cuando sentado en tu oficina dices:
Soledad
-que es el nombre de tu secretaria-
Soledad
-lo repites dándote seguridad-
No estoy para nadie.

7.4.06

Creo que son tres las etapas.

Lo malo es que, si bien recuerdo que existió, no recuerdo cuándo. En realidad tampoco logro recordar qué. Lo único que puedo asegurar es que yo estaba bien, muy bien. En realidad bastante bien, describible inclusive como en un estado de perfección. Pero considerando el espectro de posibilidades que la calificación ‘perfecto’ arroja y que no he estado, si no que más bien estuve; me veré en la inquietud de utilizar el término tranquilidad, que entrega una concepción bastante amplia, pero que denota cierta modorra de conciencia. Por otro lado, el concepto pleno también me serviría para decir que de lo que estoy seguro es que me encontraba en una plena y tranquila modorra de ambigua candidez en no sólo mi conciencia. Como si en los segundos previos a quedarse dormido, con una notoria sonrisa en la cara y con buena música de fondo, ni tan fuerte como para despertar ni tan suave como para perder detalles, hubiese un terremoto y es ese terremoto del que no tengo registro alguno.

Ahora -y cómo dije, no recuerdo desde hace cuánto- estoy quieto, parado muerto inerte en medio de quizás qué cosa árida igual de muerta que yo. Tampoco sabría decir hace cuánto advertí lo de mi mineralización. Por lo que, y a modo de resumen, estoy inválido, convertido en piedra en medio de la nada y seguro de que alguna vez tuve una plena y tranquila modorra de ambigua candidez en no sólo mi conciencia.

Mi vida se ha convertido en un ciclo de tres etapas correlativas, con duraciones definidas. Para enumerarlas, partiré con la segunda, que es la Inercia. No la calificaré aún. Esta etapa de monotonía, de tiempo promedio 10 años, es claramente delimitada en su fin por la acción de mi mano. Sé que estoy mutilado pero es mi brazo el que me levanta rápido, ansioso, infantil, apuntando alguna estrella antes vista por el dueño de la catapulta y tratando ganosamente de llegar a ella arrojándome por el aire. Esa es la tercera etapa a la que llamaré El Viaje y su duración creo son dos segundos y medio. Quizás más, pero nunca tres. El propósito de mi lanzador en El Viaje es alcanzar algún diamante o por lo menos que me contagie alguna de esas partículas brillantes que andan circunvalando sus auras. Pero solamente logro mirarlas de más cerca. Lo malo es cada vez me lanza con mayor fuerza, pero apunta siempre a una luna más distante que la anterior, por lo que empiezo a descender. Primero lentamente, de golpe luego. Ese es el inicio de la primera fase del triángulo circular que es mi vida, la he bautizado como Caída, promedia 5 años y es piloteada por la desilusión. Cando llego al final del tobogán vertical comienza la Inercia, pudiendo ahora calificarla como ensimismamiento marchito. Como cada vez es más fuerte mi caída, porque es cada vez más fuerte el lanzamiento, dejo un cráter de tamaño paulatinamente mayor en un nuevo lugar rodeado de otras piedras todas mirando fijamente la seda negra quemada por cenizas aún incandescentes. Como no aprenderé la imposibilidad de suspensión atmosférica para poder al menos ver de más cerca a una estrella por más de una fracción de segundo, aprendí que la candencia existirá hasta que el golpe de la caída sea tal, que me parta en dos, quedando mis frías y tiesas tripas aún más frías y tiesas.

5.4.06

Vinilo.

Sólo un viejo tango sonando en una lejana radio acompaña al hombre que yace muerto. Tendido en su cama, sin nadie que lo vea, llore, extrañe, alegre o incomode su condición de no viviente. Sin nadie, sólo su muerte.
Pasarán más horas aún sin que salga de esta soledad. Y a él le angustia.
Murió y vivió solo. Esperaba que al nacer estuviera con alguien, pero se equivocó, igual como se equivocó al pensar que ahora estaba muerto.

Uña Vida

No mi amigo, sentarse a comer un buen plato de comida es mucho más que eso.

Es uno de los placeres humanos, deseos materializados en efímeras esencias y matizados con verdes y carnes muertas minuciosamente condimentadas.

Masturbatorio y paradójico deleite, con años de tradición conservada e innovada.

Cuando mi deseo crece, lo opaco comiendo mi dedo. Trato de diferenciar el salado de mi piel superior -más recatado pero de color más intenso- del salado de la inferior y lo condimento con trozos de la ya destrozada pero sabrosa cutícula que circunvala la uña. La uña merece punto aparte.

La uña es la mala hierba que no muere.

Es como cilantro negro, seco y marchito, que es buscado por las viejas de campo para sanar guaguas ojeadas, abuenar auras y limpiar casas de espíritus carroñeros que desconocen la urbe. La uña es de religión oriental y nos acompaña incluso después de la muerte. Además sigue nuestro proceso terrenal, personificando desde el débil y blando lactante hasta el áspero y corroído viejo que ha visto a la vida burlarse sin tapujos en su cara. Símbolo del paso del tiempo.

El límite blanco que determina si la uña pasa a ser considerada dentro de la categoría larga o más bien recatada, es más certero que un viejo minutero a cuerda. Es la espera; la línea entre lo pasado y lo que pasa, determinando lo que pasará. Su consistencia es dura como la realidad e insabora como vida de amargado.

Todas las anteriores son características particularmente atrayentes para los que sufren movimiento-corto-de-pie crónico, llanto miedoso de manos conjuntamente a parkinson horizontal en el cuello.

Y la vida de la uña no es fácil, para nada. Sé de dictaduras próximas que evalúan la reencarnación en forma de uña como una nuevo método de tortura. Uña de pie en lo posible, con alto porcentaje de potencial encarnación.

Las mujeres las cubren con pintura y el hombre que obligadamente camina descalzo por la playa, aprovecha la arena, sin importar su incandescencia, para cubrir sus pies e inherentemente también las uñas, asegurando la sanidad visual tanto del portador como de los infortunados que por el simple hecho ver dónde hundir los propios, divisa algún indicio ajeno de tan grotesca parte humana.
No tengo personalidad definida y, salvo por mi tamaño, me pueden confundir fácilmente con cualquiera otra de mis símiles, por lo que sólo soy una más de un tropel homogéneamente monótono.

Me dolió el ego, mucho más que de costumbre. En realidad siempre duele, hoy se trizó.