7.4.06

Creo que son tres las etapas.

Lo malo es que, si bien recuerdo que existió, no recuerdo cuándo. En realidad tampoco logro recordar qué. Lo único que puedo asegurar es que yo estaba bien, muy bien. En realidad bastante bien, describible inclusive como en un estado de perfección. Pero considerando el espectro de posibilidades que la calificación ‘perfecto’ arroja y que no he estado, si no que más bien estuve; me veré en la inquietud de utilizar el término tranquilidad, que entrega una concepción bastante amplia, pero que denota cierta modorra de conciencia. Por otro lado, el concepto pleno también me serviría para decir que de lo que estoy seguro es que me encontraba en una plena y tranquila modorra de ambigua candidez en no sólo mi conciencia. Como si en los segundos previos a quedarse dormido, con una notoria sonrisa en la cara y con buena música de fondo, ni tan fuerte como para despertar ni tan suave como para perder detalles, hubiese un terremoto y es ese terremoto del que no tengo registro alguno.

Ahora -y cómo dije, no recuerdo desde hace cuánto- estoy quieto, parado muerto inerte en medio de quizás qué cosa árida igual de muerta que yo. Tampoco sabría decir hace cuánto advertí lo de mi mineralización. Por lo que, y a modo de resumen, estoy inválido, convertido en piedra en medio de la nada y seguro de que alguna vez tuve una plena y tranquila modorra de ambigua candidez en no sólo mi conciencia.

Mi vida se ha convertido en un ciclo de tres etapas correlativas, con duraciones definidas. Para enumerarlas, partiré con la segunda, que es la Inercia. No la calificaré aún. Esta etapa de monotonía, de tiempo promedio 10 años, es claramente delimitada en su fin por la acción de mi mano. Sé que estoy mutilado pero es mi brazo el que me levanta rápido, ansioso, infantil, apuntando alguna estrella antes vista por el dueño de la catapulta y tratando ganosamente de llegar a ella arrojándome por el aire. Esa es la tercera etapa a la que llamaré El Viaje y su duración creo son dos segundos y medio. Quizás más, pero nunca tres. El propósito de mi lanzador en El Viaje es alcanzar algún diamante o por lo menos que me contagie alguna de esas partículas brillantes que andan circunvalando sus auras. Pero solamente logro mirarlas de más cerca. Lo malo es cada vez me lanza con mayor fuerza, pero apunta siempre a una luna más distante que la anterior, por lo que empiezo a descender. Primero lentamente, de golpe luego. Ese es el inicio de la primera fase del triángulo circular que es mi vida, la he bautizado como Caída, promedia 5 años y es piloteada por la desilusión. Cando llego al final del tobogán vertical comienza la Inercia, pudiendo ahora calificarla como ensimismamiento marchito. Como cada vez es más fuerte mi caída, porque es cada vez más fuerte el lanzamiento, dejo un cráter de tamaño paulatinamente mayor en un nuevo lugar rodeado de otras piedras todas mirando fijamente la seda negra quemada por cenizas aún incandescentes. Como no aprenderé la imposibilidad de suspensión atmosférica para poder al menos ver de más cerca a una estrella por más de una fracción de segundo, aprendí que la candencia existirá hasta que el golpe de la caída sea tal, que me parta en dos, quedando mis frías y tiesas tripas aún más frías y tiesas.

3 Comments:

Blogger Oryan said...

Mientras pienso que postear hago la gran pregunta. ¿tabay volao?

8/4/06 5:57 p. m.  
Blogger BorysYaikinC said...

Mientras piensas en postear, te contesto: no.

8/4/06 6:01 p. m.  
Blogger Josefino said...

(cambio)
Mi mámá me enseñó a dibujar círculos, fue lo primero que debujé. Después conocí la O que es parecida.
Una linea redonda y perfecta que no se cansa de repetirse eterna e invariablemente. Hasta que llegó la Q....ahí cagué. Pero caché que con un pequeño movimiento se puede dar fin a un capitulo infinito e inventar otros nuevos.
Si son tres.........que sean diez!

11/4/06 12:56 a. m.  

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